El Sótano
Los hermanos Armin e Historia, de siete años, siempre fueron muy curiosos, y sus padres les permitían investigar todo lo que les interesara. Vaya sorpresa se llevaron cuando su atención se desvió al sótano de la casona con estilo Victoriano de dos pisos donde vivían, ¡sus progenitores no los dejarían entrar allí bajo ningún concepto! No importaba qué argumentos expusieran, sus padres nunca cambiaron de opinión. Y los niños, con cada negativa, tenían cada vez más ganas de saber, principalmente, que abría en ése sótano, y, además, el por qué de la respuesta de sus padres. Luego de casi dos meses de constantes discusiones sobre tal habitación de la casa, que dejó ver cuán perseverantes eran los gemelos rubios, finalmente se presentó su oportunidad de responder sus dudas: sus padres se irían de viaje de negocios durante, al menos, una semana, y los dejarían al cuidado de Petra Ral, una joven agradable que, hiciera lo que hiciera, nunca fue capaz de controlar a los niños. Un tres de setiembre el señor y la señora Arlelt viajaron, y tan solo un día después los niños comenzaron a pensar como llegar a la habitación que había despertado su curiosidad. Luego de varias ideas, de las cuales ninguna sirvió, se les ocurrió ir en el medio de la noche, de manera que su niñera no notara su ausencia. La noche del tercer día —siete de septiembre— los hermanos se levantaron pasada la media noche y se dirigieron a la puerta del sótano, equipados solamente con una linterna. Intentando no hacer mucho ruido, abrieron la vieja puerta de madera de aquel lugar y se adentraron. Lo que encontraron allí no distó mucho de lo que habían imaginado: era un lugar gris, amplio, con mucho polvo y aspecto —además de olor— de no haber sido ventilado en años. Podían ver gracias a la luz que la linterna les proporcionaba, que, por cierto, no era suficiente para iluminar toda la habitación, muchas figuras que parecían muebles cubiertas con sábanas blancas, ya algo grises por el polvo, y algunos libros y adornos distribuidos desigualmente por el piso. Mientras recorrían el sótano, que resultó ser mucho más grande de lo que creían —no podían ver su final— algo captó la atención de los gemelos: había una caja multicolor en el piso, ya algo desteñida por el tiempo. Como los dos seres curiosos que eran, se dirigieron enseguida hacia ella, y la abrieron. Ante ellos, una sombra oscura tomó forma, y comenzó a crecer, cada vez más y más, hasta llegar al techo. Historia dejó caer a la linterna, producto de la sorpresa, y sumió a aquel sótano en completa oscuridad. Pronto descubrieron que desde esa parte de la casa no se escucharían los sonidos, no importa cuán fuerte fueran. Al día siguiente, cuando la joven Ral fue a despertar a los pequeños, se encontró con sus camas vacías. Los buscó por toda la casa, pero no los encontró. Preocupada, llamó al señor Arlelt, quién de inmediato canceló todas sus citas y se dirigió a su hogar junto a su esposa. Cuando llegó a la casa, Petra le explicó, angustiada, lo que pasó. Lo único que el adulto atinó a hacer, luego de la charla con la joven, fue ir a donde estaba ubicada la puerta del sótano. Ésta no estaba del todo cerrada, y por la su abertura pudo divisar a dos pequeñas figuras y a una sombra. El hombre sólo pudo cerrar la puerta.
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